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El coraje de perder de vista la tierra firme

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Hay momentos en la vida en los que sentimos una llamada a ir más allá, a explorar territorios desconocidos. Esa llamada puede llegar como un sueño, un cambio inesperado o una simple sensación de que lo que hoy vivimos ya no nos llena como antes. Sin embargo, para responder a esa voz interior, es necesario algo que no siempre resulta fácil: dejar atrás la orilla.


La orilla simboliza todo aquello que nos resulta familiar: nuestras rutinas, las personas que conocemos, las certezas que nos sostienen. Nos brinda seguridad, pero también nos limita. Permanecer en ella significa mantenernos en lo conocido, incluso si en el fondo sentimos que necesitamos crecer.


Soltar la orilla implica adentrarse en aguas abiertas, donde durante un tiempo no veremos tierra firme. En ese trayecto, puede aparecer la duda, el miedo y la incomodidad. Pero también es allí donde se despiertan nuestra valentía y nuestra capacidad de adaptación.


El verdadero coraje no es no sentir miedo, sino avanzar a pesar de él.


Al perder de vista lo que conocemos, nos damos la oportunidad de descubrir quiénes somos en realidad. En el proceso, no solo encontramos nuevos paisajes, sino también nuevas fuerzas y posibilidades dentro de nosotros mismos.


Y es ahí, en ese mar abierto, donde empieza el verdadero viaje hacia nuestra mejor versión.


Hoy, quizá no puedas ver todavía tu nuevo horizonte, pero cada brazada que das alejándote de la orilla te acerca a él.


Lo Confía en el movimiento, confía en tu fuerza y recuerda: el mar premia a quienes se atreven a cruzarlo.

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